domingo, 16 de agosto de 2020

EDITH VERA,UNA ESCRITORA PARA SER INCLUIDA DENTRO DEL CANON

 

ELBIS GILARDI

 

                                                                                       ¡Ah, qué bueno el olor a naranjas!

                                                                                                                    ……………………………………………………….

                                                                                          Me crié respirando ese aroma/ Y aún parece que corre en mi sangre.

                                                                   Naranjitas pequeñas y verdes/Siendo niña, enhebraba en collares”.

                                                                          Juana de Ibarbourou.

 

      Y uno se pregunta por qué las naranjas tienen esa bonhomía de cántaro en la planta. Las naranjas seguramente guardan en el corazón de la fruta todos los recuerdos de la infancia, tal vez porque de pequeña es una flor y se asemeja a la piel de los abuelos, porque es rugosa cuando grande pero más jugosa cuanto más añeja es su mondadura.

     Conociendo a Edith Vera, conociendo la escritora de frente, escuchándola, recogiendo los brotes de sus palabras para poder sembrar su esencia en mi alma, puedo decir que su obra encanta y nos pinta de azul y oro cada vez que leemos las Dos Naranjas.

      Edith Vera, nació el 27 de agosto de 1925 en la ciudad de Villa María, provincia de Córdoba, y falleció en esa misma ciudad en el año 2003. Pasó por este mundo imaginando la redondez de la naranja en la espuma ancestral de los colores.


      Esta delicada poeta se adentra en el mundo de la luz, en la magia de la naturaleza, en el acervo cultural de lo cotidiano. Edith Vera me recuerda un mundo donde  “Leer es, en un sentido amplio, develar un secreto” (Graciela Montes pág. 83) a lo que me gustaría agregar, que es además una gloriosa manera de escribir con los ojos traspasados de granadas, porque el sol duerme su esencia hasta la última hora de la vida. Y ser parte de un secreto, es casi como “encontrar una caracola/ para tener cerca el mar” (p.51)

“Una vez que se ha pronunciado

 la palabra amapola

hay que dejar pasar algo de tiempo

para que se recompongan

el aire

y nuestro corazón.

“La tortuga dice/ que para el resfrío/ es bueno bañarse/ con agua de sol.

 

 

“Y para las muelas/ que duelen de noche/agüita de luna/ con gotas de olor”. Pág.9

  Edith Vera en sus poesías apuesta mucho al sol y a la luna, dos caras con la misma esfera pero que adornan distinto el cielo y la tierra, es tal vez el paso del hombre sobre el universo, siempre eligiendo el color de la luz para iniciar un camino diferente.

  Vera se recibió de Maestra Bachiller en la Escuela Nacional de Villa María y trabajó en distintos lugares del interior de la provincia de Córdoba. En 1959 inició sus estudios en el profesorado de jardín de Infantes. Fue maestra y directora de Nivel Inicial en la escuela Normal “Víctor Mercante” hasta 1979.

 Recorriendo su obra, su forma de amar la vida, me gustó leer: “Tres cuentos en tres nidos”, una manera de arrojar luz sobre su trabajo docente en pueblos del interior cordobés, donde la naturaleza puede manifestarse de manera grandiosa; hay aves, hay pájaros, hay gallineros, hay cunetas, hay viento que transita los carriles de los días y los torna en ocasiones interesantes. En esta obra, la poeta  menciona con ternura a los animales de la cadena alimentaria, que, si bien es lo lógico, termina siendo el animal despedazado, un juguete de peluche, donde nadie muere de verdad, sino que engaña al cazador. Termina ese primer cuento diciendo. -“¿Quieres que te dé más luz? Ideal para pensar la vida con optimismo.

   En el segundo cuento, el que cae en el nido de la paloma torcaza menciona a la gallina bataraza lidiando con su pequeño hijo porque no quiere ser pollito, y permite traer a la memoria  el cuento de Villafañe; ese en que el sapo no quiere ser sapo hasta que se convence de que es lo mejor, lo más acorde a su estructura, eso para lo cual nació. Seguramente es una inquietud que, a todo ser humano nos trastoca la tranquilidad de la vida, es una época en la cual se torna necesario encontrar otras alas para desafiar la dirección del viento.   Edith Vera no fue la excepción y lo puede manifestar en sus obras.

 El tercer cuento de esta tríada, comienza con el optimismo del color: “Todo era luz en ese día de primavera”. Nuevamente los pájaros que habitan el interior de la provincia de Córdoba (en este caso), hacen su aparición: la curucucha, la lechuza, la calandria; y el amor que los pájaros se profesan sobre los alambres de los campos. Hay una predilección inocultable hacia los animales y la naturaleza en su más tibio y puro esplendor. Me atrevo a decir que toda la obra que leí de ella gira en torno al descubrimiento cotidiano de lo simple, de eso que fortalece el alma, de las inmediaciones de una realidad que  otorga permiso para soñar en plenitud.

   En una entrevista que le realizaron a Edith Vera para el Suplemento de la Revista Piedra Libre (1996), que finalmente permaneció inédita, se comparten algunos fragmentos, como por ejemplo:

  “¿Qué lugar le trae a la memoria gratos recuerdos y por qué?

 El campo, por su grandiosidad, por todo su verde, por los animales, por la hierba, por las noches estrelladas, por la libertad que me brinda siempre”.

 

 

 

 Recibió el primer premio cuando se presentó al concurso: “Campaña para una buena literatura para niños”, en el año 1960, motivada por la profesora María Luisa Cresta de Leguizamón; organizado por el Fondo Nacional de las Artes, por su obra “Las dos naranjas”,

publicado recién en 1969. Un libro que se divide en dos partes: la naranja dorada y la naranja azul. Y el Premio “Alberto Burnichon Editor”, al libro mejor editado en Córdoba en el bienio 1997/1999, por El libro de las dos versiones.

   Los colores son constantes en la obra de Edith Vera. Uno de los poemas que me atrapan de la naranja dorada es el siguiente:

Mi abuelo nació en un mapa

de tierras color de miel,

con un mar inquieto y bravo

y barquitos de papel.

Un día salió en un barco

Diciendo: ¡Adiós, adiós!

Lo despidieron dos gatos,

Un grillo y un ruiseñor.

  El mapa de la vida, un elemento que nos transporta a una tierra o a un continente que fue dotado de color miel, porque la entraña de la tierra así lo amerita, porque la miel es abeja, es flor, es raíz que presiente el vaivén de un barco en pleno océano, es un abuelo afortunado, lo despidieron dos gatos, un grillo y un ruiseñor. El mapa de la vida necesita atributos para crecer lozano, en medio de un mar inquieto y bravo; encuentra en el camino quien lo reciba y quien lo despida. Mi intuición me dice que tal vez haya sido una carencia en su vida. Esa búsqueda del ruiseñor que sobrevuele sus anhelos y sus soledades.

  Yo considero  que Edith Vera debe componer el canon literario, porque tiene voz propia, porque su tierra literaria florece, prospera en medio de los colores cálidos de la vida, porque Edith Vera necesita ser nombrada muchas veces por la luna, por el sol, por los pájaros, por los otros poetas y escritores, porque hay que reconocer la fuerza de su obra. ¿Será que no gritó con fuerza la palabra? ¿Es necesario el grito  para que se escuche el ardor y la fuerza? Yo creo que sí, se da, porque ella nos interpela: “Hay un reloj/ que da la una,/ que da las dos, pero no da las tres./ Con unas gotas de miel/ mejora un poco/ y da las cuatro,/ las cinco,/ las seis/ ¡pero no da las tres!. Nos enseña cómo hay que hacer para que funciones, y otra vez la miel, otra vez el elemento que entroniza la palabra, que ordena, que se mueve de contexto: “Fa,sol…” El sol como nota musical intenta liberar el canto y arracimar el calor en la voz.  

Su fuerza está en la cuerda que propina al reloj para seguir tictaqueando, para despertar cada mañana a los pájaros, para no morir en el brocal del día.

  Y la obra de Edith Vera sí debe constituir el canon porque no ha sido tocada por el mercado Editorial, ella es por sí misma, es materia pura,  es  obra al natural, por el candor, por el amor a las cosas simples de la vida, porque escribe y vuelve a escribir en los renglones, lo hace desde la mentalidad de los niños, aunque se mete en la sangre de los adultos.

  Edith Vera publicó: “Las dos naranjas”, “La casa azul” (escrito en 1972/73) editado 30 años más tarde, “La palabra verde y los caracoles 1978/9, “El conventiyo verde (1983/4), nunca se

editaron; “El explicador de palabras” (1980) también inédito. Cabe destacar que, durante unos años dejó de escribir, nuevamente sintió la potencia de la creación en 1990, escribió otros seis libros de poesía:

“Del agua, de los Pájaros, de los Cielos y de los Quehaceres Terrestres” (1993)

“Palabra” (1994)

“Láricas” (1994)

“De recetas y Testamentos (1994) Todos sin editar, y dos en 1995 que luego fueron publicados por la editorial “radamanto” de Villa María, en ediciones como “Pajarito de agua” y “El libro de las dos versiones” (1977 y 1978). En 2001,  editorial Garabato de Córdoba, le publicó “La Casa Azul” que había escrito en 1972. De los 10 libros de poesía se publicaron solamente cuatro.

  En 1998 Ediciones  Radamanto también editó- dentro de la Colección de Plaquetas Del Herrero- “Cuando tres gallinas van al campo”.  Los cuentos “Ratita Gris y Ratita Azul” y “De pata en pata, de pico en pico, de ala en ala”, fueron publicados en un mismo libro por Propuestas Ediciones en su Colección Cuentos de la Vereda (1977). Y “Tres cuentos en tres nidos” formó parte de la Colección Dulce de Leche (1995), que se entregaba junto al diario La Voz del Interior . Muchos poemas se encuentran en diversas antologías, en diarios y revistas.

 Leyendo sus poemas, me detuve en uno de ellos que, como ya sabemos la autora no pone títulos, pero bien se pueden identificar: “Desde hace largo rato/ Miro pastar a una oveja/. /Olfatea, elige/ y muerde la hierba/Suave, suavemente./ De tanto en tanto/ Se detiene/ Y bala./Rosa amarilla en su garganta/ Color deshecho en el aire.”

   Y pienso, las ovejas podemos ser los hombres, libres del pastor, podemos elegir, observar, olfatear, cambiar de parecer, amar, odiar, perseverar, quedarnos…, ella puede ser esa oveja. Una poeta que tal vez bala sus alegrías, sus dolores y hace que el mundo también la vea y se vea, que de pronto, pastar, sea una manera de encontrar en el otro la verdad del amor. La garganta de la oveja se convierte de pronto en rosa amarilla y puede derogar o instituir la alegría, el optimismo, también el deterioro, por eso suele deshacerse en el aire. Yo imagino su oveja interior, sus vaivenes al morder la hierba, también la imagino balando su propia prosapia, su candor de poeta en medio de un campo cubierto de pasto sobre la inmensidad del universo.

María Teresa Andruetto afirma: “Debo decir que si la poesía, la verdadera poesía, es difícil de encontrar en este mundo, la poesía para los chicos es infinitamente más difícil, infinitamente más inencontrable. En un campo tan resbaladizo, tan trajinado por el deseo de agradar, por las obligaciones pedagógicas, por el empeño en lo que debe ser, por lo políticamente correcto, por los manuales de buenas costumbres, por las necesidades curriculares, encontrar expresiones de auténtica poesía ha sido siempre un milagro. Un verdadero milagro”.

  Entonces es muy factible  pensar que Edith Vera es ese milagro del que habla María Teresa Andruetto, y si es un milagro debe ser parte del pabilo que se mantiene encendido en el Canon literario, a pesar de los años, tiene que ser parte de ese milagro, porque Edith Vera camina sin mirar el agrado, más bien tiene puesta su meta en el alma del niño, del adolescente, del adulto, de quien por un instante se considere palabra.

  Me gusta el milagro de Las dos naranjas porque tiene una función lúdica, mediante el uso de onomatopeyas: “Compré una cajita/ de plata muy fina/ y si quiero abrirla/ le debo decir:/ Galipán, pin, pan/ pan, pan, pin, pan”. Compré un baulito/ de cuero bonito/ y si quiero abrirlo,/ le debo decir:/ peripón, pin, pon/ pon, pon, pin, pon/ Y en un pin,/ y en un pon,/ salta en ellos/ un bombón”.

  Y en ese despliegue de gallinas, de animales, de flores, de campo, de colores, de lunas y de soles, el mundo que es un campo resbaladizo, se torna una pluma de seda: “Tengo una gallina/ con pico de lata/plumitas de seda/ cola de cartón./ ¡Clo…clo…Clodomira!/ ¡Clo…clo…Clodoveo!/ Así ella me avisa/ que ha puesto su huevo.  Es obvio que en  este mundo de onomatopeyas sigue dando vida a la palabra y encanta el corazón de los niños y también de los adultos, porque en definitiva es la repetición de la vida en distintos contextos.

   En el texto: Mujer y Literatura de Graciela Cabal, nos dice: “Escribir decía Gide en su diario, es poner algo a salvo de la muerte”. Y eso es incluir a un poeta en el Canon Literario, es darle fortaleza a Edith Vera, es empujar la voz para que se multiplique.

  Si bien casi toda su obra desapareció en dos incendios en su casa, ella no se enteró porque ya no vivía allí. Esa casa la destinó para que se usara como Teatro para niños, Biblioteca y Casa del Poeta, pero como fue de palabra no se concretó, y quienes eran sus amigos asistieron al despojo final, llevándose a la basura los libros y papeles, muchos manuscritos que ella atesoró por mucho tiempo.

   Considero que a veces, los poetas, como la que nos ocupa, llevan demasiadas naranjas maduras en el alma y cuesta sostenerlas. A pesar de todo, los colores le pintaron sus poemas. Amó demasiado lo simple, lo cotidiano, tal vez no todos comprendieron que, dentro de esos baúles se guarda la eternidad, y digo eternidad porque de esa manera tendría que haber formado parte del canon literario, como una mujer valiente que se animó a mirar en redondo la vida, con esa antítesis de día y noche, sol y luna, naranja y azul…

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

-De Ibarbourou, Juana. El vendedor de naranjas. Pinkilaus.blogspot.com.2011.

-Montes, Graciela. La frontera indómita. México: Fondo de Cultura Económica. 2001

-Vera, Edith. Las dos naranjas. Buenos Aires: Magisterio del Río de la Plata. 1987

-Vera, Edith. Tres cuentos en tres nidos. Córdoba: Editorial Nuevo Siglo. Colección Dulce de Leche. 1995.

-Imaginaria. Revista quincenal sobre la literatura infantil y juvenil. Edith Vera Nº 267. Imaginaria.com.ar. 2010

-CEDILIJ. EDITH VERA por ella misma. Arte poética colectiva. 2018

-“www.cuatro gatos.orgsdocsficcion_392” PDF

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