Estimada
María de la Paz:
Finalmente
terminé de leer el cuarto volumen de la serie Martín el Guardián, titulado El Código Negro. Lo hice aprovechando
estos días de confinamiento obligado en el país.
Debo
felicitarte por el alcance infinito de tu imaginación. Porque cualquiera escribe sobre viajes, pero
escribir sobre viajes de una docena de personas extraordinarias, en itinerarios
que pasean no sólo por los más variados espacios terrenales, sino en distintas
épocas de la historia de la humanidad, ¡vaya, eso es complicado! Y en ese
sentido se me ocurre que podría resumir el contenido de este libro como: una
vuelta al mundo de todos los tiempos en 270 páginas…
Veo a tu
envidiable imaginación, atrevida y hasta juguetona, como una verdadera varita
mágica iluminando a la valiente troupe de muchachitos y muchachitas de
secundario que son captados por ciertas fuerzas celestes que los convierten en
seres especiales por capacidades y poderes superlativos…verdaderos e
inesperados eternautas…
La crónica
sobre el joven Martín Aguirre, el Guardián del Rollo de Barsalnunna y sus
poderes, y sus aventuras solo o con sus compañeros terrales, y la sombra del
eterno enemigo, el furioso Pioterkrebs, un ser maldito, dañino, que buscaba
vencer como fuera a Martín. En esas correrías por el mundo acompañado por sus variopintos
amigos sumerios, eslavos, chinos, parisinos, portugueses, con algunas niñas igualmente
atractivas, por entre idiomas extraños y
costumbres y hechos más curiosos aún. Y como siempre, campeando el sempiterno
juego del bien y del mal.
Lástima
que en este volumen no llegamos a conocer el final de toda la historia con la reaparición
y esperada derrota del feroz
Pioterkrebs. Habrá que curiosear por el quinto volumen titulado El rollo de Barsalnunna, siempre
protagonizado por Martín, el Guardián para saberlo.
¡Gran
trabajo, María de la Paz! Todavía admirada y por qué no boquiabierta,
Beatriz O.
Allocati 1.4.2020.
más 👇
más 👇
LA LARGA CALLE DEL BARRIO, de María de la Paz Perez Calvo
Por Beatriz Olga Allocatti
Esta nouvelle ha tenido el poder, después de las primeras páginas, de transportarme, primero a otro mundo de palabras, aquél que desplegara Eduardo Galeano en el relato Los Nadies, de su Libro de los Abrazos. Todas las definiciones en él vienen a poder ser aplicadas a la figura del protagonista de esta larga calle, el pequeño “Rulo”, el del cabello ensortijado, un jovencito de nombre real Gregorio. En primera persona en lenguaje adolescente urbano, Tal es la fuerza de su palabra, de su inocencia valiente. Y más que leer, lo que estuve haciendo fue escuchar su monólogo como en silencioso confesonario. Y no solamente eso. Si hablamos de distintas maneras de la percepción, al tiempo que “escuchaba” al Rulo de la villa, me pareció encontrar en su alrededor sonoro y visual, el mismo paisaje de aquellas épocas en que el cine italiano de post-guerra, que abría la época del verismo, del realismo, con Vittorio de Sica… Y esto sin dejar de lado paisajes semejantes lamentablemente en abundancia en estos rincones de América hoy día…
Así tenemos un libro en 58 capítulos, con la mansedumbre de Gregorio, las palabras justas, el giro retórico, conmovedor, un lenguaje sencillo, un grito sin furia, sumergido en el hambre y la miseria. A pesar de todo, hay momentos de cierta serenidad, cuando él se comunica con su cuaderno de notas, cuando lee algún libro de la biblioteca, cuando descansa y medita, sentado al tope de una cercana montaña de basura y se queda allí, a pensar tranquilamente, siempre que no haya viento…
Dejó de ver a su padre cuando tenía cuatro años. Desde los seis está esperando que Juliana, su querida hermana mayor, ya independizada, lo venga a buscar para llevárselo con ella… Ha dejado la escuela primaria, pero ama la lectura. Ya dejó sus doce, ya tiene trece años. Y todavía su hermana, le repite, cuando va cada semana: “Voy a volver por vos”.
Una familia desarmada, cambiante como un charco, sin padre, con padre, con ajenos, con vecinos al borde del abuso, amigos que no sirven para mucho, una madre nada afectuosa… Y él daría lo que no tiene para que su madre lo quisiera…
Por algún tiempo pudo estar con su hermana mayor, fuera de ese hogar tan poco cálido de la villa. Había tenido que aguantarse miles de cosas, recordaba… “Y me las aguanté yo solito, mi lomo se aguantó los golpes, y mi cabeza los insultos”. Y fue feliz en estos días, cuando estuvo con Julieta, con un amiguito nuevo, un niño minusválido que conoció entonces, y con la visita a Guidi, su hermanita menor.
Pero tuvo que volver con su madre, así decía la ley… hacia un horizonte de injusticias, de escarnio otra vez: “Como no salgo con una piba, me gritan gay. Pero como no me gustan los pibes, me insultan y me llaman homofóbico. Como no voy a la escuela me dicen vago de mierda. Pero como me gusta leer, me tiran piedras y me gritan nerd. Si salgo del barrio, la gente me dice chorro. Si me quedo, dicen que es porque me gusta vivir así. Odio ser yo.”
Tras una discusión con su madre, ya en el capítulo 45, encontramos: “Matarme, lo que se dice matarme, alguna vez lo pensé. Es una porquería vivir así. Con frío. Con hambre. Con miedo. Con bronca. Con esto que me duele en el pecho cuando pienso en mamá. Pero no me mato. (…). Creo que no me mato por los libros. Porque me hacen creer que hay otra cosa fuera de este barrio. Otra forma de vivir. Porque cuando estoy leyendo o escribiendo me siento bien. Y no me mato por Juli. Me da pena dejarla. A veces pienso que ella me extrañaría. ¡Me gusta pensar que alguien puede extrañarme, si me voy!”.
Y un ¡¡día se consiguió el papel que le permitía que viviera con su hermana Juli!! Qué buena noticia. Aunque en esos días tuvo tos con sangre. Y hubo un diagnóstico de costilla rota y de pulmón perforado, con infección. Y una cirugía a realizar… Pero Gregorio, sin miedo, se prepara, contento, finalmente feliz…
Porque está seguro que pronto esa larga calle pronto lo llevará a un futuro mejor, con su hermana y sus amigos, ese futuro que reserva el destino a los que, como el Rulo, luchan con valentía y se saben sobreponer a esa adversidad a la que algunos seres parecerían estar condenados sin remedio. Así, él estudiará y será escritor. Y algún día la villa, el desamor, el hambre y la carencia, la montaña de escombros quedarán como parte de su historia, porque ya se habrá diseñado una nueva vida, una de sueños y de dignidad.
Beatriz Olga Allocati
Diplomada en Teoría y
Creación Literaria (SADE)
más 👇
UN GATO TAN TAAN…, DE MARÍA BELÉN ALEMÁN E INÉS VIRGILI
Salta: Mundo Gráfico, 2016. 24 pp. ISBN: 978-9876981361
María Belén Alemán como escritora e Inés Virgili como ilustradora nos presentan a este gato tan taan… El título nos sumerge de lleno en el patio de juegos, en la plaza del barrio, en la hora de la siesta de verano. El ‘tan pero tan…’ es el desafío del mundo infantil: “Mi papá es tan pero tan fuerte que levanta un auto”, comentario que se aúna con la réplica inmediata: “Mi papá es más fuerte que el tuyo. Es tan pero taan fuerte que levanta un auto y un camión”. Y así continúan las exageraciones y la competencia. Por otra parte el tan pero taan se codea con el chiste: “Era tan pero tan peludo que en lugar de peine usaba rastrillo”; con la ternura: “Era tan pero tan chiquito que dormía en el hueco de una cuchara”; con la compasión: “Era tan pero tan pobre que comía la suela de sus zapatos”.
El tan pero tan nos abre a una infinita gama de emociones, siempre con un toque de humor más o menos evidente, siempre con una sonrisa.
Tenemos en las manos un simpático libro-álbum de autoras argentinas destinado a un público infantil. Cuando hablamos de libro-álbum comprendemos que texto e imagen comparten relevancia y ambos son necesarios en la lectura, no vale leer el texto escrito para después mostrar la imagen, sino que es imprescindible tener ambas informaciones (la verbal y la visual) al mismo tiempo. Portada y contraportada, texto, tipografía e imágenes de Un gato tan taan… fueron diseñadas como una secuencia y sus relaciones internas son cruciales para la comprensión del libro.
Estudios de la psicología y la neurología señalan los beneficios de la lectura infantil, sobre todo cuando ésta considera mucho más que la escucha activa. Un buen libro-álbum favorece un gran número de conexiones mentales en niños y niñas al visualizar las imágenes que se encuentran junto al contenido escrito. Si a esto le sumamos una obra literaria de calidad, que se ajusta a los intereses y capacidades de niños y niñas, estamos ofreciendo una oportunidad para desarrollar su área emocional, cognitiva y sociocultural.
Un gato tan taan… nos relata en primera persona lo que ocurre cuando alguien es especial. En este caso, el gato tiene la cola larga, muy larga, lo que genera, a él y a su dueña, muchas situaciones tragicómicas: hay que dormir con la ventana abierta porque la cola no entra en el cuarto, a la cola la picotean los pajaritos o sirve de soga para escalar el Aconcagua.
Una de las técnicas más sencillas y útiles en la narrativa para niños es la metaficción. La complicidad del autor que hace preguntas, que invita a leer y habla de sí mismo a los lectores es un recurso recurrente en la literatura infantil. Ciertamente los juegos metaficcionales no son funcionales para la trama, pero como los libros-álbum por lo general no poseen una línea argumental el recurso, bien utilizado, se torna de una riqueza exquisita. En Un gato… Belén Alemán se aprovecha de la técnica para dar un imprevisto golpe de efecto. La autora se hace presente desde la voz narrativa en primera persona; luego se introduce en la obra (tanto ella como la ilustradora) con su retrato: los dibujos de sus rostros aparecen en la última página enmarcados y ‘colgados’ de una pared. Hasta aquí, nada inusual. El giro que sorprende y maravilla, el que nos atrapa en este juego ficción-realidad-ficción, es el retrato del gato: este personaje que hasta entonces hemos visto dibujado, también tiene su retrato. Con la salvedad de que el retrato que cuelga de la pared de la última página nos muestra la fotografía de un gato real. Personajes reales que se vuelven dibujo, personaje dibujado que se vuelve real: he aquí una verdadera cinta de moebius literaria.
Mencionamos anteriormente que un libro-álbum por lo general no posee argumento. En efecto, no lo precisa ya que su razón de ser radica en el juego estético entre texto e ilustración. Pero que no cuente con una línea argumental no implica estar desprovisto de un mensaje y un tema. Si tuviéramos que hablar del tema de Un gato tan taan… este sería la observación de la diferencia (en particular, la diferencia por alguna característica física). Utilizamos la expresión ‘observación’ de la diferencia para hacer énfasis en la mirada del observador: una mirada que ve la diferencia con la virtud del asombro y no con rechazo o repulsión. En Un gato tan taan… el reconocimiento de esa desemejanza es tal que las autoras no se inclinan a considerarla buena o mala por sí misma, ni mejor o peor que otra condición; se admite la diferencia en todos sus aspectos, tanto negativos (el gato tiene la cola tan larga que hace renegar porque la confunden con una manguera de la que no sale agua) como positivos (con quince vueltas la cola tan larga se convierte en bufanda). Con el tema de la diferencia planteada de este modo, subyace el respeto por quien la posee, a tal punto que la obra sostiene la no-manipulación, el no cambiar o quitar la diferencia para asemejar, en este caso al gato, al resto de los gatos.
La relación entre el texto y las ilustraciones de Un gato tan taan… se da con dos tipos de diálogos: el de acuerdo o coincidencia y el de ampliación. Acuerdo y coincidencia porque durante las nueve primeras páginas las imágenes, como en cualquier libro ilustrado, acompañan al texto del modo tradicional: no agregan contenido a la historia. Salvo que… salvo un detalle que, si uno mira con atención, llega a descubrir: un pequeño personaje que surge en la página tres y ya no va a dejarnos.
Es de destacar que el texto mismo se muestra en ocasiones como un dibujo. No solo encontramos grafías de distinto tamaño para enfatizar algunas palabras sino que, así como vemos que la larga cola del gato se va desenrollando, subiendo y bajando a lo largo de las ilustraciones, así también hace el texto, ondulando y zigzagueando al compás del movimiento de cola tan larga, creando un simpático caligrama con palabras que quiebran la rectitud del renglón.
El segundo tipo de diálogo lecto-visual que se da en la obra es el de ampliación: las ilustraciones toman protagonismo. El texto súbitamente desaparece para que nos entren de lleno las imágenes. Las páginas diez y once se despliegan en una imagen sin texto, recurso que se repite en los pares veinte y veintiuno, veintidós y veintitrés, veinticuatro y tapa. Esta es la oportunidad para que el lector-grande intervenga con un “¿Y aquí qué pasa?”, invitando al lector-pequeño a que verbalice lo que ocurre y también, por qué no, a inventar otras absurdas y disparatadas situaciones. Debemos aclarar que hemos designado como lector-grande al más avezado, aquel que es capaz de hallar indicios en el texto y pistas en los dibujos. No queremos designar al adulto con la expresión ‘gran lector’ porque entre los lectores pequeños, incluso con su natural inmadurez y su falta de experiencia lectora, ¿no encontramos acaso grandes lectores?
Uno de los recursos utilizados con maestría en Un gato tan taan… es el de la metonimia visual. Nuestro amigo el gato aparece en la tapa, trepado al techo; y en la ilustración de la página dos, dormido hecho un ovillo sobre la cama. A partir de esta página solo veremos del gato la cola que sigue y sigue, encadenando las secuencias narrativas y las imágenes.
No podemos dejar de mencionar que los dibujos originales fueron pintadas con lápices de colores y luego digitalizados, lo que otorga a la obra una calidez inusual, casi conmovedora. Los globos de colores del final y la encantadora lechuza que nos da la bienvenida los rescatamos como ejemplo de la pericia artística de Virgili.
Pero contenido literario y visual no es todo lo que ofrece este libro. Belén Alemán e Inés Virgili se dan a conocer, como ya mencionamos, en la pared de retratos de la última página y lo hacen con una propuesta más para jugar (y ya van como tantas…). Es un espacio para que el niño se dibuje a sí mismo y deje su huella en la ‘pared de retratos’ junto con las autoras, el ratón y, cómo no, el gato, volviéndose de este modo el libro en un espacio interactivo.
A esto le sumamos que en la contratapa las autoras dicen invitarnos a “un zapping literario y visual”. Es así que lo interactivo y el zapping dejan de ser expresiones o actividades propias de los medios tecnológicos o electrónicos. Este libro-álbum rescata y amplía la propuesta de la televisión, el teléfono móvil o la tablet con la gracia y la calidad estética que solo puede encontrarse entre las tapas de un libro.
Es casi instintivo relacionar el humor y el juego con Un gato tan taan... Humor y juego despiertan una resonancia inmediata asociada a la niñez. Quien más quien menos los hoy adultos alguna vez reímos con la risa fresca y espontánea en medio de nuestros juegos. Risas, juego, añoranza, libro-álbum. Por esta razón de asociaciones sostenemos la audaz teoría de que el libro-álbum es para adultos.
Destinado a niños, solo puede llegar a ellos de la mano de un adulto mediador, a quien el libro-álbum debió conquistar primero. Si hasta su forma muchas veces precisa dos manos grandes que puedan abrirlo con un solo y certero golpe de página, revelando a los ojos asombrados cada una de sus ilustraciones. Un gato tan taan… con su formato tamaño carta y hoja apaisada necesita un espacio amplio para desplegarse: una mesa, la cama, el piso, las rodillas de mamá o papá… estos son los lugares ideales. También es ideal contar con dos manos grandes que puedan manipularlo: las manos de papá o mamá otra vez, de una abuela o abuelo, de un adulto mediador que se anime a leer y jugar. Porque la lectura de un libro-álbum requiere un tiempo, no ya propicio a la lectura, sino destinado al juego. No es posible acercarse a un libro–álbum sin la predisposición lúdica y sin un espacio amplio para el despliegue del libro y de la imaginación.
El libro-álbum, más que cualquier otro, es un libro para leer en compañía.
Porque la tarea del lector-grande es necesaria para leer un libro-álbum. Es el que abre las puertas de la fantasía para ir a jugar, es quien pregunta “¿Y qué pasa aquí?”. Es el que sugiere seguir con el dedo la cola larga, taan larga del gato; es el que se detiene para que el lector pequeño descubra aquel personaje nunca mencionado pero que aparece una y otra vez en los dibujos. El lector-grande es el que aprovecha los ganchos de ropa para pellizcar haciendo cosquillas o se deja llevar por el sonido de la flauta y sopla hasta arrancar carcajadas.
Un gato tan taan… ha llegado para que podamos interactuar y hacer zapping hasta descubrir el detalle de cada imagen; llega para que nos llenemos la panza de risas, los ojos de colores y la cabecita de imaginación. Llega y se queda, sí, para ser leído de a dos, o “de a tres, de a seis o de a diez…”. (Alemán, 6)
María de la Paz Perez Calvo
Lic. en Psicología
https://academiaargentinadelij.org/Revistas/Miradas-y-Voces-de-la-LIJ-24.pdf
Gracias Beatriz por tus palabras
ResponderEliminarGracias Mónica por escribir algo tan lindo sobre ¡Socorro, mamámomia!
ResponderEliminar